A nadie se le escapa que una de las banderas que el PSOE enarbola como seña de identidad es la cultura. Y no seré yo quien le quite valor a algo tan importante para la configuración de una sociedad que se diga avanzada. No obstante discrepo profundamente de la concepción sectaria que tienen sobre la misma lo que conlleva que, al tiempo que algunos personajes singulares de su cohorte de aplaudidores se ven permanentemente becados, premiados, contratados o subvencionados, otros que resultan ser críticos (algo esencial en quien de verdad ama la CULTURA), o tan sólo saben moverse peor entre las bambalinas del teatro que han montado, tienen que ir a demostrar su valía allende nuestras fronteras porque aquí se les niega el pan y la sal.
En todo caso también aquí podemos encontrar perlas de su hacer:
- La puesta en marcha de una Escuela Municipal de Música y Danza es un compromiso aprobado en Pleno a propuesta de CHA la pasada legislatura. ¿Estarán esperando la puesta en marcha del Palacio de Congresos para que sea en su recinto donde puedan celebrarse las clases y conciertos?. Sencillamente la cultura que forma ciudadanos le importa al PSOE mucho menos que la que los tiene como meros espectadores pasivos.
- El proceso para llevar Arte a las calles, plazas o edificios públicos de la ciudad lejos de ser modélico, determinándose los artistas seleccionados mediante un proceso abierto , transparente y que primara la calidad, se ha convertido en un descarado reparto de fondos públicos entre significados amigos y firmantes de manifiestos de apoyo a Fernando Elboj y el PSOE. Destaca el encargo millonario para pintar el mural del Palacio de Congresos. Curiosamente a una persona que ya recibió un encargo casi tan millonario con motivo de la apertura del túnel de Canfranc.
- El PSOE de forma deliberada está negando un derecho básico, que tiene mucho que ver con la cultura de verdad, a cientos de oscenses y aragoneses: medios para poderse educar y expresar en su lengua aragonesa o catalana. Estaría muy bien que se leyeran documentos como la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos para ver si de una vez por todas se enteran que no estamos hablando de una graciosa concesión que está en sus manos darnos o no, sino de una obligación tan importante como la que tiene todo gobernante de hacer cumplir los derechos humanos básicos. ¡Con lo bien que entienden los derechos de los hablantes de otras lenguas!