Hay tres cosas que me parecen especialmente positivas de las acampadas que han tomado las principales plazas de las grandes ciudades.
En primer lugar el revulsivo que ha supuesto y que ha llevado lo que eran comentarios de trabajo, café o tiempo de ocio a la primera página de las noticias. En ese sentido han constituido una masa crítica suficiente para sacudir conciencias y obligar a pensar en la nefasta deriva en la que se halla nuestro llamado sistema democrático. Para ello, y como elemento añadido, el movimiento se ha apropiado de las plazas como espacio público para el debate. Una función que nunca debieron dejar de desempeñar.
En segundo lugar el acierto en el diagnóstico al poner encima de la mesa los problemas de verdadera enjundia que están cayendo, más que como lluvia fina como auténtica tromba, sobre las cabezas de los trabajadores y las trabajadoras: vivienda e hipotecas, mercado de trabajo, derechos laborales, recortes sociales, ley electoral, mecanismos de participación en la toma de decisiones políticas, corrupción, depredación de recursos naturales, burocratización política y sindical y un largo etecetera. Pero, sobre todo, el que me parece problema clave: la supeditación total y absoluta del poder político al económico. Lee el resto de esta entrada »